MEMORIAS DE ADRIANO

agosto 14, 2024

Qué pienso de Memorias de Adriano



Agarré Memorias de Adriano como a los 19, en unas vacaciones de la universidad que aproveché para visitar a mi papá, que ya residía en la isla de Margarita dedicado a la pintura.

Fue mágico. Mi papá vivía para aquel momento en Santa Ana, lo que era un pueblo de los tantos que había en la Isla, con su iglesia y plaza cerca de la pensión.
Entre los días de Playa, las cenas en Porlamar y las visitas y festejos con conocidos, recorrí un libro único.

Y no se trata de que sea una ficción histórica, que es mi género preferido, sino que esa ficción histórica, además, tiene unos conceptos de vida que me ayudaron a crecer y una prosa para expresarlos que es maravillosa. Quizás en parte porque esa prosa, en español, es traducida por Julio Cortazar.

De hecho, Marguerite Yourcenar decía que la traducción al español superaba la obra original.

Todavía recuerdo de memoria partes de ese libro. Y cito, como lo recuerdo: «Busqué la libertad más que el poder, y el poder tan solo porque me facilitaba esta. No quería crear una filosofía de la conducta humana. Todo aquel que lo hace me hastía. Quería armar la charnela donde mi voluntad se articula con el destino; donde la disciplina secunda mi naturaleza en vez de frenarla.

Una obra que trata de este alabado emperador romano, meditando sobre su pasado mientras escribe sus memorias a quién a elegido como sucesor. Es la visión de un hombre, cerca de su muerte y que ya se sabe juzgado, sobre su vida y sus decisiones. Habla del amor, del crecimiento, de la sociedad, de la historia, la política y de lo perfecta que es la imperfección del ser humano.

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