Los ejércitos de pobres asalariados, ¿un peligro para las democracias?

octubre 16, 2024

 Conversaciones de Espías Anónimos


Fuerzas militares venezolanas, algunas en motocicletas, agreden a manifestante



—La república Romana fue un proyecto exitoso que duró más de cuatrocientos años y conquistó casi todo el territorio que disfrutó y perdió el Imperio. Para hacer una síntesis, en la República los patricios y los plebeyos tenían  la responsabilidad de conducir a Roma, generar sus leyes, formar su aparato público  y sus ejércitos, elegir sus cónsules. El censo por cabezas, capite censi, no participaba en nada de eso. Sólo recibían pan gratis, entretenimiento y ejercían labores contratadas. Pan y circo.

—Pero, ¿no eran los plebeyos los pobres, y los patricios los ricos que abusaban de ellos? —preguntó Huang, reconociendo su ignorancia ante hechos históricos Europeos, que lamentablemente es compartida por la mayoría los pobladores de ese continente y sus primos americanos. También frecuentemente aprovechada por populistas de izquierda.

—No. No era así. Los patricios eran los descendientes de las familias que, al momento de la fundación de Roma, tenían relevancia política, económica y social. Como los Julios, que eran reyes de Alva Longa. Los plebeyos, no. Los patricios eran los que, en los inicios de Roma, elegían a su monarca. Roma no era una monarquía hereditaria en sus orígenes. Fueron los reyes descendientes de etruscos que trataron de imponer las monarquías hereditarias, pero que fracasaron cuando los nobles, liderados por Lucio Bruto, expulsan a Tarquino el Soberbio y forman la República, en la que bruto fue uno de sus primeros cónsules. Por eso la importancia de tener a Bruto, su descendiente, al matar a Julio César, a quien acusaban de querer ser rey de Roma.

»Por supuesto que, en sus inicios, los patricios tenían casi control absoluto de la política, como era lógico. Pero eso fue cambiando con el tiempo, porque muchos plebeyos comenzaron a ganar dinero y poder. También al ampliarse el territorio, porque algunos de los nuevos ciudadanos, que ya no podían ser patricios, aunque tuvieran propiedades y dinero, se consideraban plebeyos. Para los finales de la República, los plebeyos tenían más dinero y beneficios políticos que los patricios. De hecho, muchos patricios se hacían adoptar por familias plebeyas para optar por los puestos públicos que sólo podían ocupar los plebeyos. Uno de ellos era tribuno de la plebe. El tribunal de la plebe era el encargado de aprobar las leyes propuestas por los cónsules y aprobadas en el Senado. Sin su aprobación ninguna ley se registraba. Pero ellos sí podían proponer y aceptar leyes sin la participación del resto del senado.  Los tribunos de la plebe formaban parte de éste. Pero no nos vamos a complicar ahora con la estructura política, bien compleja, de la República, aunque los invito a estudiarla.

»Como dije, la responsabilidad de conducir a la República estaba en mano de los patricios y los plebeyos. Igual sucedía con sus ejércitos, que sólo estaba formados por patricios y plebeyos capaces de pagar su armamento. A los romanos les fastidiaba la burocracia y los costos asociados al gobierno. Pagar por un ejército les parecía una ofensa. Los propietarios debían ser responsables y luchar para defender su familia, sus propiedades y su sistema legal… Su forma de vida. Y fue así, como mencionó Enrique, hasta que Cayo Mario —plebeyo, rico, llamado tercer fundador de la República y tío de Julio César—, por miedo a la invasión de un grupo de tribus germanas formó ejércitos con los pertenecientes al censo por cabezas, a los que se les pagaba un sueldo, como inicio. Después también consiguió que, al terminar su servicio, recibieran terrenos públicos en zonas remotas que Roma había conquistado. Su objetivo, además de premiar a los soldados, era que esas máquinas de guerras entrenadas no pasaran a formar parte de una población ociosa dentro de Roma. Quería que se mezclaran y romanizaran los territorios conquistados y que formaran un ejército entrenado de reserva, en caso de levantamientos de tribus o invasiones en esas zonas remotas. Todo muy bien pensado. Lo que no sé si también ya había pensado, o lo hizo en el proceso, es que esos ejércitos del censo por cabezas, que ahora tenían propiedades, recibían una renta y pagaban impuestos, también tenían voto. Eso significaba un gran poder para el general que les había asignado esas tierras, porque ellos pasaban a ser sus clientes, su ejército político y militar de reserva. Esos ejércitos veían y percibían a Roma en su general. Y esos ejércitos, como resumió Enrique, también significaron el fin de la República.

Un Trago de agua.

—Hasta su aparición, como expliqué, los ejércitos estaban formados por propietarios de terrenos o negocios, ciudadanos que tenían una representación en el senado y una historia de logros asociada a la Roma y su sistema legal. Tenían criterios propios. Tenían relaciones sociales, económicas y familiares con el poder de Roma. Los ejércitos del censo por cabezas no tenían nada de eso. Su general era quien les pagaba su sueldo; compartía con ellos las ganancias de las ventas de esclavos de los territorios conquistados; decidía sus asensos, y su vida misma, cuando había castigos por disciplina; les podía entregar tierras y propiedades, un futuro. Ellos no luchaban por Roma y su sistema legal, luchaban por su general y lo que él les decía que era correcto. Su sentimiento patriótico era similar al de los pobladores de las naciones que formaron la Europa de hoy, que ya mencionó Enrique.

—Sucedió que Cayo Mario, un héroe viviente, cuando tenía edad avanzada y ya varios accidentes cerebro basculares quiso retomar el poder sin respetar muchas leyes. Se valió de su fortuna y compró a la mayoría de los tribunos de la plebe. Así tuvo el apoyo de su grupo político, el control de los tribunos de la plebe y sus ejércitos de veteranos. Pero tuvo que enfrentarse a Lucio Cornelio Sila, quien fuera su lugar teniente y otro militar admirado por Roma. Eso causó la primera guerra civil, que terminó en la dictadura de Sila. También quiero explicar que la dictadura era una figura que ya existía en las leyes romanas. El dictador era un cargo que le otorgaba el Senado a algún senador en caso de problemas o levantamientos civiles. Tenía una duración de tres meses, con la posibilidad de ser extendida por el  Senado. Este cargo libraba a su titular de tener que responder ante la ley por cualquier decisión que tomara para resolver los problemas. En otras palabras, de los pases de factura por facciones políticas opuestas. Esto no sucedía con los cónsules, quienes sí podían ser juzgados.

»Las guerras con otras naciones o tribus dejaban riquezas y esclavos. Los conflictos civiles, como bien sabían los romanos, sólo dejaban pérdidas y deudas. No se conquistaba nada, sólo se destruía lo que ya se poseía. Y ahora, además de tener que pagar por la infraestructura destruida y producción perdida, el Senado debía conseguir cómo pagar el sueldo del ejército del general vencedor.

»Con unas deudas impagables frente a él, y la libertad de hacer lo que quisiera sin que a futuro pudiera ser juzgado, a Sila se le ocurrió una manera de conseguir el dinero que requería y, a la vez, eliminar a sus rivales políticos y simpatizantes de Cayo Mario: usó las proscripciones. Declaró proscritos a todos los que hubieran apoyado a Cayo Mario o se sospechara de ello. Todos los proscritos fueron declarados enemigos de Roma. Se les dictó pena de muerte y sus propiedades y riquezas pasaron al Estado, que luego las subastaba. Luego, con un ejército dentro y alrededor de Roma (algo que solamente se había visto una vez en la historia de la República, unos meses antes, con Cayo Mario), Sila solicitó ser dictador por otro período para culminar sus obras. El senado que quedaba, formado por sus partidarios o senadores atemorizados de ser declarados conscriptos, lo complació rápidamente. Ya se veía el inicio de los emperadores y el fin del senado participativo y plural que había hecho grande a Roma.

»También quiero agregar que Sila realizó una serie de cambios en las leyes, la política y la administración de las gobernaciones que hubieran podido ser muy positivas en el tiempo, si él hubiera durado cien años. El problema de las medidas impuestas por gobiernos autoritarios, de cualquier tipo, es que son percibidas como algo que no forman parte del acuerdo social y de la legalidad, sino de intereses y visiones personalistas. Aunque sean muy buenas, por lo general tienen fecha de caducidad por su origen y no por su contenido —dijo mirando la imagen de Huang.

—¿Y qué propones? —rompió Enrique el ligero silencio que se había formado.

—Que los ejércitos de nuestra nación sean constituidos, en su mayoría, por personas con suficiente cultura, educación, conocimiento de las leyes, pertenencia histórica e intereses para luchar por la nación en la que vive. En términos prácticos, los pertenecientes a hogares que generan una renta, al menos, veinte por ciento mayor a la mínima establecida en el impuesto sobre la renta de ese país, y tengan dos generaciones o más formando parte de esa clase. Personas que no quieran ser militares para sentirse con poder y  tener acceso a dinero y cargos que se sienten incapaces de lograr si compiten legalmente por ellos. Personas ligadas a la sociedad en la que vive, a su sistema y a su futuro. Personas que defiendan lo que dicen las leyes y no lo que ellos quieren que digan. Personas que tengan una familia a la cual escuchar.

»En su momento, los romanos de esas clases se sintieron aliviados cuando el ceso por cabezas daba su vida por la grandeza y la riqueza de Roma, mientras ellos se ocupaban de sus intereses particulares. Y ya sabemos a lo que condujo esto… En Roma y en Venezuela.

»Lo que propongo es que nuestra nación tenga servicio militar obligatorio para los jóvenes mayores de edad de esas clases medias y altas. Que las clases de menores recursos sólo constituyan un veinte o un veinticinco por ciento de su ejército, y sólo por decisión tomada y no por recluta. Individuos que quieren pertenecer a las fuerzas armadas, no que sean obligados a ello.

»Podrán decir que entonces los ejércitos de algunas naciones serán minúsculos. Entonces les diré que es perfecto, porque una nación con una clase media y alta tan pequeña debe ser consciente de lo pobre que es e invertir más en educación y prosperidad que en ejércitos y armas. Pero voy a dar un ejemplo en cifras, para ubicarnos en la realidad: cuando existía el sistema democrático en Venezuela su población era aproximadamente de veintiocho millones de habitantes. De ellos, aproximadamente el veinte por ciento formaba parte de las clases sociales media alta y alta. Eso significa cinco millones seiscientos mil habitantes. De ese total, pongamos que sólo el uno por ciento de ellos tenía dieciocho años. Que deberían ser más, porque seguramente de uno a cincuenta años había más pobladores que de cincuenta a cien. Pero vamos a decir que era sólo el uno por ciento. Eso significaba cincuenta y seis mil nuevos soldados cada año, sin contar oficiales y fuerzas especiales, que serían permanentes. Más que suficiente. Las fuerzas armadas venezolanas, en la actualidad, veinticinco años después, es de treinta y cuatro mil componentes, más o menos. Y, mientras más habitantes tenga o más rico sea el país podría contar con más reclutas. Imaginen esos cálculos en un país como china.

»De tomas maneras, queda un veinte o veinticinco porciento que puede venir de las clases más bajas. Y creo que esto debe mantenerse. Provoca que los jóvenes de clases medias y alta de un país convivan y compartan como compañeros y pares con jóvenes de las clases de menor ingreso. Algo que casi nunca sucede. Además, el ejército es un agente socializador, como la familia y la escuela. Un ejército de este tipo, defensor de la ley y la educación, sería muy beneficioso para  las clases de menores recursos, donde los más capaces podrían hacer carrera.

»Este tipo de ejércitos, además de una relación estrecha con su sociedad productiva y las leyes, estarían formadas por hijos de personas con poder y peso político. Eso haría más difícil que sus oficiales tomaran decisiones a la ligera o por intereses personales. Ser corrupto y aprovechar la fuerza militar en beneficios individuales sería más difícil. Los oficiales tendrían frente a ellos y para ejecutar sus órdenes a los futuros periodistas, auditores, empresarios, abogados, con opinión y sin temor a represalias ilegales. Un ejército así también garantizaría una reserva inmensa y responsable en caso de cualquier agresión externa o interna.

»Cuando propongo esto, por supuesto que estoy influenciado por las fuerzas armadas de mi país, donde la totalidad de sus soldados pertenecen a las clases de menores recursos. La mayoría de ellos, lamentablemente, son personas con poca educación que provienen de estructuras familiares deformadas. En Venezuela la paternidad irresponsable es lo común y el matriarcado complaciente casi una norma. Las fuerzas armadas, y esto ya es una especulación, deben significar para ellos una estructura organizada a la que pueden pertenecer, con padres, figuras masculinas que les enseña y le dan disciplina. Y, aunque  es un agente socializador, lo es de malas costumbres y de respeto a sistemas totalitarios abusadores.

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